Se denomina desinfección a
un proceso químico que mata o erradica, hasta límites de no riesgo para la
salud, los microorganismos como las bacterias, virus y protozoos, impidiendo el
crecimiento en fase vegetativa de los mismos sobre las superficies desinfectadas
durante un periodo de tiempo variable según las propiedades de los
desinfectantes utilizados (efecto residual).
Todo producto que ha sido formulado/registrado como desinfectante de superficies, para cumplir con este calificativo, ha de ser capaz de eliminar microorganismos patógenos de una superficie "contaminada" en un tiempo variable entre 1 y 60 minutos sin ayuda mecánica, si bien es cierto que los procedimientos y exigencias de las normas que regulan estos alcances son más extensas y precisas que lo aquí descrito, en resumen podemos decir que en las certificaciones hay unos microorganismos que han de ser eliminados y para ello se concede un tiempo máximo.
Según que patógenos elimine el producto será considerado bactericida (bacterias), fungicida (hongos), virucida (virus), siendo este dato importante, porque un producto "desinfectante" no necesariamente actuará contra todo tipo de patógenos.
Del mismo modo, el factor tiempo también ha de tenerse en cuenta porque determina cuantos minutos es necesario que el producto esté en contacto con la superficie para conseguir una correcta desinfección antes de ser retirado/aclarado (algunos desinfectantes no precisan este último paso).
Para que la desinfección sea eficaz, las superficies deben primero estar libres de partículas de grasa, suciedad, etc, es decir, primero debemos de realizar una correcta limpieza y después desinfectar, de lo contrario, el proceso de desinfección estaría mal ejecutado. No todos los desinfectantes pueden penetrar a través de la suciedad y de hacerlo, esto implicaría más tiempo de espera y una reducción de efectividad, por lo que todos los residuos se deben eliminar antes de proceder a desinfectar.
Aunque a día de hoy se comercializan desinfectantes que tienen propiedades detergentes, el procedimiento correcto sería el mismo, primero limpiar y después desinfectar.
En el proceso final de desinfección siempre habremos de tener en cuenta el tiempo de permanencia húmeda del desinfectante en contacto con la superficie a desinfectar, este dato es fundamental y aunque hay gran variedad de desinfectantes, el dato de "tiempo de contacto necesario" diferencia cuando un desinfectante es de uso profesional o de uso hogar, no es lo mismo un desinfectante con 1 minuto de tiempo de contacto que otro con 15 minutos..., esto supone tiempos de espera, perdida de eficacia por secado, etc, en cualquier caso, nunca debemos cometer el típico error de retirar/secar el desinfectante de una superficie recién aplicado, esta acción inhabilita totalmente la eficacia desinfectante del producto aplicado.
Por último, a la hora de seleccionar un desinfectante también habremos de tener en consideración cual será el uso que precisamos, aunque el objetivo es el mismo, desinfectar, en zonas de alimentos se precisará un desinfectante válido para higiene alimentaria (HA) y si el objeto a desinfectar son por ejemplo, sillas de un establecimiento, habremos de considerar los riesgos del uso de un clorado por un posible daño hacia las prendas de los clientes.
Por último, a la hora de seleccionar un desinfectante también habremos de tener en consideración cual será el uso que precisamos, aunque el objetivo es el mismo, desinfectar, en zonas de alimentos se precisará un desinfectante válido para higiene alimentaria (HA) y si el objeto a desinfectar son por ejemplo, sillas de un establecimiento, habremos de considerar los riesgos del uso de un clorado por un posible daño hacia las prendas de los clientes.
Conclusión:
Aunque el desinfectante ideal no existe, es importante realizar una selección adecuada a la necesidad y un uso apropiado del mismo.
